Asoc. Amigos de la Misión del P. José Manuel Barrio Fernández
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Escritos y poesías de Fray José

 

A mi Madre (I).

Cuando sueño en mi madre tan querida y siento el desengaño al despertar, el alma se me queda suspendida y me viene una gana de llorar, que quisiera en alas de los vientos llegarme hasta su lado y sumido en mis nobles sentimientos cantarle con amor arrebatado.

Yo quisiera tener la inspiración que los poetas llevan en su lira. Yo quisiera decirle en mi oración cómo por verla el corazón suspira.

¡Madre! Creo que siento en tu mirada nostalgia de infinito; si, yo siento tu lágrima a tus ojos asomada, como estrella asomada al infinito.

Conozco de tu pecho la ternura y aún parece que escucho tus canciones que llenaron mi cuna de dulzura, cayeron sobre mí como oraciones (rocío santo que impregnó mi vida).

Cuántas veces tus manos se juntaron, y la mirada al firmamento erguida, cómo siento que fluye entre mis venas un cariño infinito que no cabe en el inmenso azul que cruza el ave y cómo siento las entrañas llenas de un amor que en el pecho se hace fuego.

Papá a Consuelo. Para mi hermanita Sor Amparo.

Yo he visto de tus ojos refulgentes mil lagrimas furtivas ir rodando y de entre la blancura de tus dientes mil risas como flores deshojando.

Yo te he visto en la cuna adormecida, como un ángel del cielo desterrado y puesto de rodillas, a tu lado, callado y con el alma estremecida, mis ojos sollozando, miré al Cielo y con el ansia de buscarte un nombre, pensé que el nombre tuyo era Consuelo, que es lo que en esta vida busca el hombre.

Los días de mi vida han transcurrido; ya blanquean las nieves de mis canas y cuando el sol se muere adormecido, envuelto entre las nubes más ufanas, que roban a porfía sus colores, yo pienso en ti y me siento transportado.

No sé por qué del viento los rumores me parecen tus voces; y callado... me detengo a escuchar, y yo te siento y yo creo que tú eres hija mía, a quien a mi corazón le da contento, hasta que vuelve a renacer el día.

Y así no tengo miedo a la pobreza; así el dolor a mi fe le da quebranto.

¿Acaso puedo apetecer nobleza o algún tesoro ambicionar yo tanto, como saber que tu eres tan dichosa porque Dios con cariño te ha escogido y dentro de su pecho te ha escondido como el perfume suave de una rosa?

Ni yo acierto a decir cuanto consuelo me llena el corazón pensar que un día habremos de juntarnos, hija mía, para nunca apartarnos en el Cielo.

Montijo 10/XII/1966.

A mi Madre (II).

Cuando en el cielo asoma la luna y en los rincones de la montaña caen las sombras que al mundo empañan y las estrellas, una tras una, le dan visajes de manto al cielo; siento tu ausencia, Madre querida, y hallo que nada me da consuelo de todo cuanto encierra la vida.

Mas la esperanza de ir a tu lado y verte un día cerca de mí, me hace sentirme como extasiado; siento alegría, pensando en ti.

Cuando la muerte quiera alejarte de mi cariño, no tengas miedo; nunca en la vida yo he de olvidarte; eres tan buena que yo no puedo borrar tu imagen de mi memoria. Yo sé que al cabo de esta jornada he de encontrarte más sublimada en las alturas, llena de gloria.

Tu sabes, Madre, que mi canción desde lo lejos te va buscando y de mis labios iba desgranando sobre tu pecho como oración.

Cuando en tu alcoba sientas los vientos llegar batiendo con suavidad, escucha en ellos mis sentimientos que quieren darte felicidad. Y cuando sientas dentro del alma como las notas de una canción, oye serena; escucha con calma; te está cantando mi corazón.

Si algo sublime bajo los cielos encuentra mi alma que dé alegría; si encuentro flores entre los hielos y si en los valles hay melodía; ése es tu nombre, faro que alumbra el pensamiento, que adormecido, va resurgiendo de la penumbra.

Nombre de Madre, yo no te olvido.

¿Acaso puede, con la distancia, romper la ausencia tanto cariño? Yo no me olvido de aquella infancia; y aun me recuerdo de cuando era niño, que con tus besos me acariciabas y entre tus brazos estremecidos con tus canciones me recreabas hasta mis ojos quedar dormidos.

Cuando estés triste, Madre, no llores; cierra los ojos y piensa en mí, porque yo siempre con mis amores, estoy muy cerca; cerca de ti.

Rio Iténez, enero 1966.

A Jesús.

Tengo el ansia de encontrarte y suspiro por tenerte.
Mi gloria será abrazarte y tu pérdida, mi muerte.
No me importa la hermosura ni me hechiza la belleza;
no me asusta la amargura, ni me espanta la pobreza;
pero tenerte sería gozo que el alma ambiciona,
Rosa que exhala ambrosía y cadena que aprisiona
con su olor a simpatía.
Me siento favorecido y me llena de alegría el haberte conocido.
Lamentablemente el mundo ignora cuánta riqueza
y cuánto gozo profundo se encierra y cuanta nobleza... [poesía sin terminar]

A los ojos de la Virgen niña.

Ojalá que tus ojos, niña hermosa, llegaran a taparse con los míos.
Y su luz se filtrara esplendorosa en el prado de mi alma cual dos ríos, e inundado de celestial blancura al mirarte, no manche tu hermosura.
Que esos ojos se vuelvan dos ventanas por donde mire yo al fondo del Cielo,
cuando rompa mi sueño en las mañanas y sienta todo paz, todo consuelo;
porque Tú eres la Estrella matutina que espantas las tinieblas en la aurora, gozoso el horizonte se ilumina y el hombre ríe y canta y se enamora.

Bella Vista, 14.IV.2022.

Ansias de Dios.

Vivo en el alma una pena;
siento que me desespero.
Vivo triste y cabizbajo;
ando mustio y sin consuelo;
procuro buscar a Dios
y solo encuentro el silencio.
¿Dónde está ese Dios que busco?
¿Por qué se oculta, si es cierto
que Él hizo todos los seres
que pueblan el universo?
¿Por qué me puso en el mundo,
donde yo no pueda verlo?
¿Por qué, por qué me ha largado,
sí dicen que él es tan bueno?
Tengo amargura en el alma
Y siento que desfallezco;
Porque le busco con ansias;
Suspiro, mas no le encuentro.
¡Dónde te escondes mi Dios!
dime, por favor te ruego,
que si hace falta volar
al confín del firmamento...
allí me iré yo volando
y si hay que morir… pues muero.
Pero yo quiero tenerte;
yo sin ti vivir no puedo.
Yo quiero verte en la noche;
en esta noche de infierno
de mi soledad profunda,
en que solo siento el eco
del dolor de haber buscado
a un Dios que se esconde lejos.
Yo quiero encontrar tu luz;
yo busco el sol y me siento
lleno de tiniebla oscura,
como la noche de invierno;
hielo frío, niebla espesa,
soledad de cementerio.
Y el Dios que me sonreía
cuando yo era un niño tierno...
¿Sería ilusión de niño
que, en sus ansias de misterio,
busca tocar las estrellas
y, que subiendo a los cerros
curado queda en sus ansias
de estrellas y de luceros?
¡Que yo te encuentre mi Dios!
porque me mata el deseo
de aprisionarte en mis brazos
y de sentirte en mis besos.

Oruro, Bolivia – 04.IV.1975.

A María (I).

Madre,
yo siento que tus ojos
me miran con cariño
y aunque llena de abrojos
parezca estar la vida,
me siento como el niño
entre tus dulces brazos protegido.
A veces me parece
que desde sus cimientos
el orbe se estremece
y me atormenta el alma
el triste pensamiento
de que puedo perder la dulce alma.
Mas si vuelvo a mirarte y veo tu sonrisa…
[poesía sin terminar].

Escrito sobre María.

Concédeme que yo pueda alabarte, Virgen Sagrada, ¡y dame la fortaleza contra tus enemigos!

Creo que es deber de los pastores de almas dar a conocer a sus ovejas todo aquello que pueda motivar lo que concierne a las verdades de la fe. Y siendo importantísimo todo aquello que hay en lo que se refiere a la Santísima Virgen, en su participación de la Salvación de la humanidad... y viendo que el enemigo de las almas quiere oscurecer la imagen de María y su participación en nuestra Redención; que procura convencer a los fieles que María no tiene esa importancia que nosotros queremos atribuir a María, negándole sus verdaderas virtudes... Virtudes reduciéndola a una mujer vulgar y despreciándole.

Nosotros queremos demostrar con la Biblia que lo que los verdaderos hijos de Dios pensamos es verdad...

[escrito sin terminar].

Madre del alma.

Permíteme que tan solo te mire.
Que tus ojos se topen con los míos
Y de su luz se inunde el alma mía.
Que el perfume que pasas derramando
Se convierta en el cáñamo divino
Con que se curen todas mis heridas.
De tu pecho escuchar quiero el latido;
Quiero escuchar tu voz que es sinfonía (melodía)
Y sentir que me inunda tu blancura.
Deseo de tus pies ser el estrado;
Me quiero emborrachar de tu hermosura,
Soñando que mis manos te acarician
Y despertar feliz entre tus brazos.

Bella Vista, 15.IV.2020.

Ante Jesús Eucaristía.

Mátame, por favor, si he de ofenderte.
¿De qué me sirve el ser, si no he de amarte?
¿Cómo seré feliz sin conocerte?
Loco tendré que estar para olvidarte.
Quiero decirte sí, para adorarte.
¿Cómo podré gozar sin poseerte?
¿Adónde hallaré el sol, si has de eclipsarte?
Mejor será morir, si has de ausentarte.
Y si en locuras ando yo perdido,
búscame como a oveja descarriada;
escóndeme en tu pecho enternecido;
abrásame en la luz de tu mirada
y que al verme en tu Mar, de amor herido,
ojalá de mi ser no quede nada.
Tú me bastas, Señor, mi luz del Alba.
Tú me bastas, Señor, ¡¡¡Luz de mi alma!!!

Al Niño Jesús (Rocío de la Aurora).

Rodeado de blancas nubes,
filtrando como neblina,
y sobre alas de Querubes...
el Sol que nos ilumina, hizo su entrada en el suelo
en un silencio abismal, envuelto en el débil velo
de nuestra carne mortal.
Apenas si parecía
hombre de mujer nacido,
ya que su Gloria escondía
de pañales revestido.
Pero al mirarle a los ojos
se descubre un mar de fuego
que el alma deja en despojos.
Su mirar es como un ruego
que angustioso me pedía
que en mis brazos lo estrechara;
porque de amor se moría
y que mi amor le confiara.
Entre lloros y lamentos
su hambre de amor me mostraba
y que estaría contento
si el corazón le entregaba.
¡Hombres!, si podéis oídme;
¿Hasta cuándo indiferentes
podréis estar y decidme
si podréis vivir ausentes
a un Dios que clama y que implora
unas gotas de cariño;
que por falta de amor llora
y por amor se ha hecho Niño?
Por favor, salid gritando
y decid al mundo entero
que yo he visto a Dios llorando
como un pobre limosnero;
que con mano temblorosa
su corazón me ofrecía,
con humildad asombrosa,
porque ya no le cabía
en el horno de su hoguera.
Al que sufre mal de Amor...
si no halla amor, desespera.
¿Cómo calmarle el dolor?
Ven Niño, a mis brazos, ven;
mis brazos serán tu cuna
y mi alma será el Belén
donde guarde la fortuna
que envidioso busca el Cielo;
y si Dios en Ti se encierra,
no me niegues el consuelo
de ser mi Cielo en la tierra.

Lumilla, 15.I.2010.

A María de Belén.

María de Belén, si te has sentido
sacudida por ola embravecida,
recoge el corazón, como en su nido,
en la Llaga de Cristo Dolorida.
Si notas que el fragor de la tormenta
procura deshacerte y temblorosa
te sientes como el tallo de una rosa,
que agitada con furia violenta,
se siente desgajar y no se atreve
ni a levantar los ojos a la altura,
frente al duro huracán que la conmueve;
no tengas desconfianza. La amargura
que rodea a los buenos, pronto pasa
y los que resistieron valerosos,
después de la batalla son gloriosos
y su goce a sus penas sobrepasa.
¿Has visto alguno, que se vio ensalzado,
que en el ocio consiga las estrellas,
o que durmiendo fue galardonado
o que, sin afanarse, sube hasta ellas?
Si tienes que luchar, jamás desmayes;
pues pronto Dios hará que llegue el día
en que acabados tus sentidos...
ilumine tu rostro la alegría.
Abre tu corazón a la esperanza;
no te dejes roer por la tristeza;
mira hacia el bello azul en lontananza
te estimula a ascender con entereza.
Es tan dulce esperar, cuando del alma
se siente cerca el Hacedor Divino;
que a su lado del ave es tosco el trino
y oscuro siente su verdor la palma!
¡Surge! Hacia arriba; sin temor avanza,
Que el tenebroso horror de noche oscura
ya se va disipando y en la Altura
ya brilla el cielo azul de la ESPERANZA.

Barcelona, 14.IX.1967.

A Jesús crucificado.

Ojos tristes y cansados
y el alma angustiada tienes;
las manos y pies clavados
y puro espinas tus sienes.
Amarga tu boca está;
la sed de amar te devora
y hay en tu alma soñadora
abismos de soledad.

Hambres pasas y suspiras
y en la luz de tu mirar...
parece que a mí me miras
para hacerme despertar
de la muerte en que yo vivo;
pues por obra del pecado,
esclavo soy y cautivo,
estando predestinado
para la luz de tu Cielo.

Muerto estoy a tus amores,
y olvidando tus favores,
por el mundo me desvelo.
Pero tengo que volver;
yo lo quiero y Tú me esperas
y dejando las quimeras
del bullicio y el placer,
a tu Cruz me he de abrazar,
compartiendo tu dolor,
pero nunca abandonar
las caricias de tu amor.

Yo creo.

Yo creo en Dios.
En ese trascendente que se inclina
a escuchar la oración de su criatura
y la besa, colmado de ternura.
Creo en la luz del sol que me ilumina.
Creo en la espiga que nos dio sus granos
sin pedir en retorno gracia alguna.
Creo en el hombre de callosas manos;
creo en los tibios rayos de la luna,
que cuajaron las gotas del rocío
sobre la flor cargada de añoranza,
agostada en el fuego del estío,
haciéndole abrigar nueva esperanza.
Creo en el ave que dejó su nido
para buscar sustento a su polluelo.
Yo creo en el amor que ha florecido,
regalando a la tierra olor de cielo.
Yo creo en la mujer, que acariciando
entre sus brazos al pequeño niño
le da su pecho, con amor cantando,
y le inunda de besos y cariño.
Yo creo en el amor, creo en la vida;
creo en la fuente pura y generosa,
que, soltando sus aguas sin medida,
vida reparte, humilde y silenciosa.
Creo en la creación y en su Hacedor;
En su inmensa bondad y amor confío;
¡Yo sé que lo ha hecho todo por mi amor
y que todo lo suyo, es también mío!

São Paulo, 22.VIII.1986.

Que te encuentren, Señor.

Me dicen que Tú existes; ¿Pero dónde?
¿Tal vez en el inmenso azul que gira,
donde la luz del sol muere y se esconde?
¿Eres Tú el Aura que la Luz inspira,
Verbo en el que el Padre con amor se mira;
o eres la voz del eco que responde,
si gime el alma que por ti suspira?
Solo el Sabio que a solas se retira,
podrá encontrarte a ti entre tanta gente,
que hoy duda y no confía más en nada.
Y entre tanta tiniebla de la mente...
¿Dónde hallarán la luz tan deseada?
Tan solo en ti, Señor, que eres su Fuente.

19.III.1994.

A mi Madre (III).

¡Madrecita querida!
Has visto las estrellas,
que en la noche dormida,
aparecen tan bellas,
que aparentan guirnaldas
de zafir y topacio,
con cariz de esmeraldas,
que al colgar del espacio,
nos dan hambre de perlas,
comezón en los ojos
y ambición de cogerlas,
como espiga en rastrojos;
como arena en la playa,
como nieve en la cumbre,
como luz de atalaya,
como brasas de lumbre.
Pues yo quiero bajarlas
con temblor en la mano
y a tu pecho colgarlas,
como flor de manzano
y después de abrazarte,
estampándote un beso,
volver a besarte
y dormir de embeleso.

Santa Cruz, 30.V.1976.

A la niña Susana del Pozo Melgar, en el día de su Primera Comunión.

Hoy he estado en la Iglesia
y el Señor de los Cielos
ha bajado a mis manos;
le he guardado en mi pecho
y después me he quedado como absorta en silencio
y he escuchado unas voces que salían de adentro.
¿Quién me llama? Pregunto;
Y me ha dicho, en secreto:
No te asustes, Susana;
que yo soy el Maestro
y he venido a decirte
que te quiero; y te quiero
como solo Dios sabe;
con amor que es de fuego;
que no mancha ni empaña;
que al tocar en el pecho,
con la luz que refleja,
se derrite hasta el hierro.
Y te quiero en el mundo,
hoy cubierto de hielo;
para hacer de tu vida
un Belén en pequeño,
donde encuentren los pobres
el calor en su invierno
de abandono profundo
y el solaz que perdieron.
Yo te pongo cual fuente
al cruzar de un sendero,
donde apaguen sus ansias
los que pasan sedientos;
y te escojo por madre de todos los huérfanos
que al llamar a tu puerta,
te descubran, contentos,
que hallan pan en tus manos
y cariño en tu pecho.
Yo te quiero, Susana,
como el rostro del cielo;
yo te quiero más pura
que el fulgor de un lucero;
y si el mundo te aturde
y te sientes con miedo...
no te olvides, Susana,
que te quiere el Maestro.

"Te lo dedica con todo cariño el P. José Manuel Barrio; deseando que la blancura de tu primera comunión, la conserves hasta el momento de tu encuentro con Dios".
Santa Cruz, 30.V.1976.

Ansias de Dios.

Llevo dentro del alma unas cadenas
que no me dejan llevarme al Cielo;
quiero volar, suspiro y siento anhelo
que inyecta fuego dentro de mis venas.
Miro la creación y desespero;
siento en mi alrededor algo infinito;
quiero atraparlo; retenerlo quiero,
pues dentro de mi ser lo necesito.
Pregunto a las estrellas si le vieron
y las siento callar estremecidas;
les pregunto a los mares si le oyeron
y mis palabras muéranse perdidas
en el rumor inmenso de sus olas.
Me escondo entristecido en los trigales
y al ver al sol besar las amapolas,
que eructan sus perfumes celestiales,
me parece, Señor, que te he avistado.
Como un sexto sentido en mí aparece,
que en mis ansias de luz te ha aprisionado
y mi amargo dolor desaparece.
Si, te has hecho presente y te he atrapado;
y cuando el viento fuerte me golpea
o con el blando susurro el trigo otea,
me siento de tu mano acariciado.
Ya te siento; te toco; estás presente,
y si mi alma te busca, te consigue;
ya no hay la oscura noche de mi mente;
pues tu augusta presencia me persigue.
Te sorprendo en el árbol y sus flores
y en sus raíces mismas te sorprendo;
te escucho al gorjear los ruiseñores.
Y al ver que otros te niegan, yo me enciendo
en ansias de gritar, de gritar a sus oídos;
¿No veis que vuestros ojos se han cerrado?
¿Acaso no lo veis que estáis dormidos?
Mirad en derredor y habréis hallado
que tardo canta a voces su presencia:
el bosque con su aroma perfumado
la rosa que nos brinda con su esencia
y el cielo con sus luces.

Santa Cruz, 30.V.1976.

A María (II).

¡Oh Madre! si supieras
la amargura infinita que me oprime.
¡Si al menos comprendieras!
¡Mi débil corazón sangrando gime!
Yo sé, no estoy perdido;
pues, aunque cruel el mundo me persiga,
tú siempre me has querido,
y ¿qué habrá que tu mano no consiga?
Yo sé que tú eres buena;
y nadie se condena,
si te clama y te ruega y si te llora;
porque si tú me dejas...
Madre, sin duda, perderé la vida.

Madrid, 8.XII.1967.

¡Que viva Cristo Rey!

Día 5 de abril del año 2020 de la Era Cristiana.

Esta tarde, como en todo el mundo, está en vigencia eso de la cuarentena... pues me salí por ahí. No había nadie por la calle. Y andando, andando... me topé con la Alcaldía. Me pareció que la puerta no estaba bien cerrada. Bueno, me imagino que el portero salió de estampida...

Y fue mi suerte; porque, sin ser curioso... me entré y leí este letrero: "Información oficial de noticias".

¡Y claro, no me resistí y me pareció que la puerta estaba entreabierta y oía una conversación animada!

Puse oído atento y por la celosía descubrí que eran Jesucristo y María. Y escuché que la Virgen le decía a Jesucristo:

"¡Oye, ahora que estamos aquí solitos los dos y nadie se va a enterar... te quiero decir algo en secreto (y con el mayor respeto por supuesto): Esta tarde... estando yo en la cocina del comedor, ya sabes que a mí siempre me ha gustado estar entre las ollas; y si no acuérdate de las bodas de Caná, ¡donde te puse en buenos apuros! Bueno... pues escuché que, en la tierra, por todas partes habían organizado unas manifestaciones y que todo el mundo gritaba: ¡Viva Cristo Rey! ¡Me gustaría que lo hubieses escuchado! Y así no sé cuántas vueltas. Yo no sé si te faltaré el respeto ¡pero a ver si te parece bien! Tú has estado diciendo por todo el mundo que Tú eres el Rey (¡no faltaría más!), pero que Yo, tu Madre, sería la Reina. No me parece mala idea. Y si... vas a ver: si montamos una oficina; claro, gratis. Y Tú eres el Juez y yo la abogada (se sobreentiende que ahí no se les va a enseñar a los clientes a que digan que es verdad a lo que es mentira; no faltaría más). Bueno: Tú vas a tener mucho trabajo y yo también. Yo me encargaría de los que tienen cuentas especialmente atrasadas y más aún los que tengan cuentas que no pueden pagar ya; pues les vamos a cobrar algún interés por ciento; yo seré el garante. ¡Pero como eso es allá en la Eternidad... ha de haber tiempo de sobra para que yo te lo pague todo! ¿Te parece bien? ¡No desconfiaras de mí!, ¿no? ¡Pues trato hecho y firmemos ante el Notario de Fe Pública que si mal no recuerdo se llama Pedro! ¿Testigos? ¡El Cielo y la Tierra! ¡Misión cumplida!"

Firmado: Jesús y María.

Bella Vista, 5. IV. Año del Señor 2020.

Una noche cualquiera.

¿Por qué me despertáis? Si aún no he dormido.
¿Por qué no me dejáis seguir durmiendo?
¿Lo hacéis porque os estorba mi ronquido?
¿Os choca porque duermo y estoy riendo?
A veces en mi sueño estoy volando y creo que me elevo al infinito.
Pero de pronto sé que estoy soñando;
Parece que me caigo y lanzo un grito.
¡Pero si son las tres de la mañana!
Me vuelvo a recostar, sigo durmiendo.
Mas suena inexorable la campana
Y me saluda el sol amaneciendo.

Bella Vista, 20.IV.2020.

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